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Última hora del apagón, en directo | España recupera el 99% del suministro eléctrico mientras el transporte ferroviario arranca a medio gas

Amanece en Madrid: el reloj de Sol se queda también sin luz y en San Ginés duermen en el local

En la noche del gran apagón, el reloj de la Puerta del Sol pasó la noche apagado, pero no parado. Cuando faltaba una hora para que amanezca, en torno al kilómetro cero de las carreteras de toda España se escuchaban hasta los pájaros. También alguna máquina de operario dando marcha atrás sin miedo a atropellar a los pocos peatones que cruzaban con mochilas y sin mirar las estaciones de Metro clausuradas con cintas policiales ni chocarse con el par de camiones de reparto que abastecen a los bares aún cerrados del centro de la capital. Uno que siempre está abierto, la cafetería San Ginés (a la que solo la pandemia echó la baraja y cambió unos meses su horario de 24 horas) prevé abrir a las ocho de la mañana tras clausurar su actividad el lunes en torno a la una. 

Víctor, el responsable del turno de noche, llegó el lunes a esa misma hora y se ha quedado a dormir toda la noche en el histórico local junto a otros cinco compañeros. Esperan al turno de mañana, del que ya ha llegado una camarera gracias al tren. “Tengo ganas de volver a casa ya, aunque espero poder llegar”, señala. 

Un poco más allá, en la calle Carretas, las tiendas de conveniencia abiertas las 24 horas no han incumplido con su cometido e incluso alguna con cierre nocturno ha estado atendiendo de manera interrumpida. “Yo he llegado a las seis y media”, dice una dependienta a otra a gritos en mitad de la calle. “Yo me he venido en Uber antes de que empiece todo el jaleo”, contesta la otra. 

Sin Metro, aunque con Cercanías a cuenta gotas, los autobuses pasan con una frecuencia nunca vista por una calle Alcalá donde, a las siete de la mañana, apenas hay tráfico. Mucha VTC, mucho taxi —ocupados— y una cola de casi cien personas en la parada junto al Palacio de Correos, en Cibeles, esperando el bus especial al aeropuerto. Que llega, carga, se llena y se va. 

Anton es rumano, taxista de Madrid desde hace ocho años y nunca ha visto algo así. “Al menos en la Filomena teníamos móvil”. Ayer trabajó desde primera hora de la mañana y hasta casi las dos de la madrugada, cuando se volvió a Fuenlabrada cuando empezó a ver muchos compañeros en la calle con la luz verde y las paradas llenas a la espera de clientes. Duplicó la caja de un lunes normal, pese a que ocho horas de su día se los pasó en un atasco. Llevó a dos personas al 12 de Octubre con bombonas de oxígeno para rellenarlas y a un cliente que se quedó parado cerca de Pinto y que iba a Barajas. En el aeropuerto, las colas superaban el medio millar. “Esto era un caos. Yo nací hace 50 años y en mi casa no había luz, pero se supone que esto es distinto. Tanta inteligencia artificial y pasa esto”.