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El 2024 fue oficialmente el año más caliente de la historia desde que se tiene registro, con un incremento de 1,55 °C en el promedio de la temperatura global con respecto a los niveles preindustriales; cifra que ya desborda las metas del Acuerdo de París, que esperaban limitar ese aumento a 1,5 °C hasta 2030. Este escenario exige acciones urgentes y ambiciosas, y reitera la necesidad ―subrayada después de la COP16 de Cali, la COP29 de Bakú y el reciente Foro Económico Mundial de Davos― de desbloquear los recursos que permitan cumplir con los acuerdos globales para enfrentar las crisis de clima y biodiversidad. Los impactos que ya estamos viendo alrededor del mundo son prueba de la urgencia.
Los datos sobre el aumento de temperaturas no son sorprendentes si se considera que durante 2023 se rompió el techo histórico de emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) ―con 57,1 gigatoneladas de dióxido de carbono emitidas en un año, un 1,3% más que en 2022. En otras palabras, esta cifra es equivalente a las emisiones de 11.400 millones de automóviles en un año, lo que se escapa a nuestra imaginación. De mantenerse esta tendencia, las metas acordadas pronto van a ser inalcanzables.
Si queremos mantener un planeta capaz de albergar la vida como la conocemos, estas metas no son negociables. De hecho, según el Informe sobre la Brecha de Emisiones del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), las emisiones de GEI deberán disminuir un 42% hacia 2030, si queremos cumplir con el Acuerdo de París.
Ante este panorama, necesitamos activar todas las herramientas a nuestra disposición que nos permitan frenar las emisiones de GEI. Las Soluciones Basadas en la Naturaleza enfocadas en la conservación, restauración, y manejo sostenible de ecosistemas clave como los bosques, manglares, páramos y océanos ofrecen las rutas más costoefectivas y al alcance para lograr esta meta. Por ello, necesitamos con urgencia implementar mecanismos financieros para promover y escalar estas soluciones. En ese sentido, los Mercados Voluntarios de Carbono (MVC) -en tanto manejen proyectos de alta integridad- representan una opción viable para movilizar recursos, reducir las emisiones de GEI y contribuir al bienestar de los pueblos y comunidades guardianas de la biodiversidad.

Los MVC implican la comercialización de créditos de carbono, es decir, certificados que confirman una reducción de emisiones de GEI o captura de carbono de la atmósfera. Estos se diferencian de los mercados regulados o mandatorios de carbono, en los cuales los actores compran y venden créditos para cumplir con distintos estándares normativos nacionales e internacionales de emisiones de carbono. Los MVC les ofrecen la posibilidad a individuos independientes, corporaciones, Gobiernos y otros actores de compensar su huella de carbono voluntariamente, contribuyendo a la financiación de los proyectos que aportan a la consecución de los objetivos globales de clima y biodiversidad.
Los MVC pueden convertirse en una herramienta eficaz para aportar a la descarbonización. Quizá la principal diferencia entre estos mercados de carbono radica en la obligatoriedad y la regulación de los mercados mandatorios, mientras que los mercados voluntarios permiten una participación más flexible y motivada por la responsabilidad social y ambiental.
Debe ser claro que esto no reemplaza los esfuerzos que deben hacer todos los sectores por transformar sus métodos de producción a unos realmente sostenibles y libres o bajos en emisiones.
Además de eso, los MVC también son un mecanismo financiero alternativo que puede generar empleo y nuevas fuentes de ingreso para los pueblos indígenas y comunidades locales. Si se diseñan y ejecutan de la manera correcta, según los más estrictos parámetros de integridad, estos mercados ofrecen la posibilidad de que los recursos movilizados lleguen de forma efectiva y equitativa a estas comunidades que, a su vez, tienen una alta vulnerabilidad a los efectos del cambio climático.
Los MVC se han visto afectados por el desarrollo de proyectos de baja calidad que han priorizado los beneficios para los intermediarios sobre los beneficios tangibles destinados a las comunidades locales. Si queremos mantenerlo como un instrumento útil y duradero, se necesitan cambios profundos que garanticen su integridad y alta calidad. Por esta razón, The Nature Conservancy (TNC) está trabajando de la mano con organizaciones públicas y privadas para fortalecer los MVC y lograr su máximo potencial con el fin de abordar el cambio climático, conservar la naturaleza y beneficiar a las comunidades.

En TNC tenemos unos compromisos claros para frenar la deforestación y degradación de ecosistemas estratégicos en América Latina y el mundo entero. Por ello, hemos desarrollado la Barra de Excelencia para la implementación de proyectos del MVC, que ayuda a garantizar la distribución equitativa y transparente de los beneficios de los proyectos de carbono, la protección de la biodiversidad, y la mitigación del cambio climático.
Cada vez más actores de la sociedad civil están apostando por unos MVC íntegros y de alta calidad. Por ejemplo, grandes empresas como Google, Microsoft y Meta ―miembros de la Coalición Simbiosis― se han comprometido a adquirir hasta 20 millones de toneladas de créditos de eliminación de carbono de alta calidad hacia 2030.
Además, en la pasada COP29 de Bakú se logró un acuerdo histórico para desbloquear el Artículo 6 del Acuerdo de París y facilitar el desarrollo de un nuevo mercado global de créditos de carbono regulado y auspiciado por las Naciones Unidas: un paso importante hacia la transparencia y trazabilidad de los proyectos de carbono. Y en el reciente Foro Económico Mundial de Davos, fue un tema central.
La magnitud de las crisis de biodiversidad y clima que actualmente enfrentamos nos pide activar con urgencia todos los mecanismos de movilización de recursos para la financiación ambiental y la promoción de la equidad social. Los MVC por sí solos no reemplazan los esfuerzos que debemos hacer para reducir las emisiones de carbono. Pero sí tienen el potencial de sumarse a todas las otras alternativas, para, en conjunto, alcanzar los objetivos globales con la urgencia imperativa que necesitamos.
Todavía estamos a tiempo de actuar si lo hacemos decisivamente. A corto y largo plazo, la naturaleza es nuestra mejor inversión.