Todo cambió con la llegada de Los Tigres del Norte. La publicación a finales de los ochenta de Corridos Prohibidos (1989) puso de moda entre el público mexicano la variante de los narcocorridos, canciones que trataban historias de narcotráfico. Pero no era la primera vez que se escuchaba algo así. El profesor de la Universidad Estatal de San Diego Juan Carlos Ramírez-Pimienta (Tijuana, 60 años), uno de los grandes expertos del corrido, pasó años indagando en los orígenes del género, como un arqueólogo que busca el hueso que de un giro a la comprensión de la historia. La campanita sonó en 2016, cuando, tras analizar archivos históricos, publicó el hallazgo de El Pablote, el primer narcocorrido documentado, compuesto por José Rosales y grabado en septiembre de 1931, en El Paso, Texas. En él, se relata la vida y muerte de Pablo González, un narcotraficante de Ciudad Juárez apodado El rey de la morfina. Casi 100 años después de esa grabación, y desde su despacho en California, Ramírez-Pimienta reflexiona sobre la enésima polémica de los narcocorridos. El Gobierno de Donald Trump retiró los visados de los componentes de Los Alegres del Barranco por apología del crimen organizado y en México la réplica se siente en un puñado de Estados que están vetando los conciertos. El experto explica cómo el contexto de Estados Unidos ha echado leña a las llamas de la controversia.
Pregunta. ¿Qué es un corrido?
Respuesta. Es una canción narrativa, básicamente, pero no todas las canciones narrativas son corridos. Un Toyota es un carro, pero no todos los carros son Toyota. Es la misma idea. Provienen de la balada épica que se da en toda Europa. Básicamente, es un descendiente del romance. Han estado presentes en México desde siempre, en diferentes formas y con diferentes evoluciones. Un narcocorrido, por ejemplo, es un corrido con temática de narcotraficantes o de narcóticos.
P. ¿Por qué causa polémica si trata de narrar?
R. El corrido y el narcocorrido es apología, es información desde abajo, es historia alterna, es canto de guerra. El error está en pensar que es solamente una cosa. Lo que uno escucha en los medios muchas veces es: “¿Apología o libertad de expresión?”. [Pueden ser] las dos cosas, ¡y otras 20 más!, porque el corrido, como género, no tiene ideología.
En el contexto de hoy, parece que dejamos de hablar del rancho [Izaguirre, el rincón de los horrores donde el Cartel Jalisco Nueva Generación supuestamente torturaba y asesinaba]: dejamos de hablar de la enfermedad [el narcotráfico]. Estamos hablando las últimas tres semanas de los síntomas [que llevan a esta situación]. Eso me parece preocupante, grave. Estamos incluyendo en el discurso la palabra «narcocorrido» o «narcocultura» donde debería ir “narcotráfico”.
P. Da la sensación de que dice que el corrido es más una consecuencia que la causa de algo.
R. O una de las consecuencias. No hubo un grupo de músicos en 1910 que se pusieran a componer canciones de la nada y luego, tras escuchar las canciones, dijeran: “Mira, pues ahora que estamos cantando de una revolución, hay que hacer una revolución”. Fue al revés. Obviamente [lo que contaban estaba] sesgado, porque tenemos corridos de la revolución que hablan de la misma batalla y, dependiendo del cancionero de cada general, le ponía que ganó el suyo. Nunca han dicho la pura verdad. Pero es una voz que sirve, que tiene un propósito.
P. Esta vez, la polémica parece más fuerte que en otras ocasiones. Ha llegado a la presidenta.
R. Se está potencializando. He documentado prohibiciones a los corridos a finales de los cincuenta en la Ciudad de México que hicieron que los cancioneros tuvieran que emigrar. Después, en los ochenta, se prohibieron en Sinaloa. Y a lo largo de los años, hubieron diversas prohibiciones más. Pero, ¿qué hace distinta esta oleada [de polémicas]? Varias cosas. Una de esas es el contexto estadounidense. Los cantantes y el corrido, como género, siempre tuvo un lugar a donde moverse en caso de censura o ataque. Cuando dejaron de interpretarse corridos o narcocorridos en la radio en México, lo que hacían era ponerlas en la radio estadounidense y, como tenían tantos watts de potencia, llegaba hasta Mazatlán o Monterrey. Se brincaban la censura. O simplemente se mudaban a Estados Unidos y desde allí hacían sus presentaciones.

Lo que tenemos ahora es un contexto de pinza. Desde Estados Unidos también hay un ataque a la producción cultural del corrido, pero es un ataque a lo mexicano, una manifestación racista. Y también cambió el contexto de México. Por primera vez en muchísimo tiempo, tenemos un Gobierno Federal que tiene mucha aprobación pública. Gente que en otros momentos no hubiera tenido ningún reparo en culpar al Gobierno Federal de [Felipe] Calderón o al de [Enrique] Peña Nieto, ahora es más reticente a expresar algún tipo de condena.
Lo que tenemos ahora es un ataque de Estados Unidos a lo mexicano, es una manifestación racista
Juan Carlos Ramírez-Pimienta
P. Algunos músicos muestran preocupación por la retirada de visas estadounidenses. ¿Deberían tener miedo?
R. Sí, me imagino que deben estar borrando sus redes sociales. Sí llegó a ser demasiado descaro en algunas ocasiones. Muchos de los cantantes del norte de México, sobre todo en la vertiente de los corredores de Sinaloa o Sonora, pasan la mitad de la semana en Estados Unidos. Por ejemplo, en Culiacán no haya mucha vida de música a nivel público. No hay casi lugares donde tocar. Muchos grupos vivían en los dos países. Eso se ha limitado, porque muchos de ellos no tienen residencia o no son ciudadanos norteamericanos. Por otra parte, esto puede hacer que el movimiento corridístico de Estados Unidos, con muchachos como Fuerza Regida, que ya nacieron allá, tome más fuerza.
P. Algunos Estados hablan de sanciones o retirada de licencias a los músicos.
R. Es una solución para que se dejen de escuchar los corridos, pero aquí lo que tenemos que pensar es la solución para que los corridos dejen de ser relevantes y dejen de reflejar lo que está pasando. Eso es lo más importante, no que nos distraigamos en curar los síntomas: como tomar una aspirina y no curar la enfermedad.
P. La gente se enfadó cuando Luis R. Conriquez se negó a cantar corridos. ¿Es síntoma del gusto del público por ese género?
R. Claramente sí, pero el fenómeno desborda eso. Es global. Hay una clara relación entre crimen organizado e industria musical, pero se sobredimensiona en el discurso público: no alcanza a explicar por qué en Milán, en Francia están descargando algunas de estas canciones. ¡Ni español habla allá! Es más, los que hablamos español ni siquiera entendemos las letras muchas veces, porque son una sarta de claves. Entonces, ¿qué es lo que llama más la atención? 2.000 millones de descargas, no hay tanto mexicano. Las más exitosas a nivel global son canciones líricas, como Ella baila sola o La diabla, que nada tienen que ver con el crimen organizado.

La gente pone diferentes compartimientos cuando escucha música. Hay una sensación de empoderamiento, que es lo que luego llaman un poquito el alucine. Escucho una canción y “¡trakas!” [una de las expresiones utilizadas por Luis R. en sus canciones], me alucino, pero no significa que vaya a actuar, sino que paso ocho horas en el trabajo, donde mi jefe me da la lata y, de repente, escucho esta canción que dice “¡trakas!, nadie puede contra mí”. Imagínate eso en el contexto estadounidense, para los millones de latinoamericanos que se sienten atacados. Tres minutos de esa fantasía musical donde nadie se mete con ellos es intoxicante.
P. La solución del Gobierno Federal pasa por motivar otros temas que no sean apologéticos.
R. Es muy loable. Sí puede ayudar en algo, pero no atiende realmente el problema. Dicen, y con razón, que promueven violencia, pero el problema es que hay muchísima violencia para ser promovida. Eliminemos esa violencia. Una vez que se logre eso, la música va a pasar a ser como en España: folklórica, arqueológica, temas pasados, donde van a ser los viejitos quienes sepan las canciones.
P. ¿Qué panorama ve tras esta polémica?
R. Va a haber una suerte de autocensura de algunos de los músicos, van a retroceder un poco, porque sí llegó un momento en que era demasiado explícito. Lo de Los Alegres del Barranco fue, lo menos, una falta de sensibilidad. El factor Trump es un misterio. Lo que puede suceder ahí es que vuelva el corrido del inmigrante que habla de los derechos de los mexicanos en Estados Unidos.