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El plomo se suele añadir para que la pintura sea resistente a la humedad, para que los colores duren más, luzcan más vivos y bonitos. Pero la liberación de esta sustancia química en el aire puede causar efectos muy graves cuando se respira, afectando al cerebro y el sistema nervioso central. En casos extremos, puede llegar a provocar un coma, convulsiones e incluso la muerte.
A pesar del peligro que representa para la salud, más de un tercio de las marcas de pintura para uso en hogares comercializadas en Ciudad de México contienen al menos un producto con niveles peligrosamente altos de este metal pesado. Así lo evidencia un estudio realizado por Lead Exposure Elimination Project (LEEP), organización que a mediados de 2024 analizó 51 muestras de 17 marcas de pintura, que representan aproximadamente el 80% del mercado de pinturas para el hogar comercializadas en la capital.
Los resultados del trabajo mostraron que hasta el 35% de las marcas analizadas incluía al menos una pintura a base de solvente con niveles de plomo muy superiores a los límites seguros. Algunas de ellas, superaban las 10.000 partes por millón (ppm), más de 100 veces el límite recomendado por la Organización Mundial de la Salud, que clasifica este metal entre los 10 tóxicos de mayor preocupación en el ámbito de la salud pública mundial, junto con el tabaco, el asbesto o el arsénico. “Y que recomienda no sobrepasar los 90 ppm. No obstante, límites seguros no hay. Cualquier exposición, por pequeñita que sea, puede generar daños a largo plazo muy graves”, detalla Victoria Krauss, responsable del Programa para la Eliminación de la Exposición al Plomo de LEEP. “Esparcir un sobrecito de azúcar con polvito de esta sustancia en un campo de fútbol americano es cantidad suficiente para darle a los niños altos niveles de plomo en la sangre, es realmente muy nocivo”, explica. Unicef estima que la intoxicación por plomo procedente de la pintura y de otras fuentes afectaría a 13,8 millones de pequeños en México.
No obstante, LEEP ya trabaja con el Gobierno para actualizar la normativa sobre pintura con plomo y reforzar los controles sobre estos productos, especialmente dañinos para los niños. “Al estar en una etapa de desarrollo, en plena ebullición biológica, absorben el metal con mayor eficiencia que un adulto, que además tiene más mecanismos para expulsarlo”, explica Mara Téllez Rojo, investigadora del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP).
La epidemióloga, quien lleva más de una década investigando y documentando la dimensión de este problema al que considera “de salud pública urgente”, alerta sobre los numerosos y diversos efectos de la exposición al plomo en el cerebro de los menores, “ya que puede reducir su coeficiente intelectual, su capacidad de atención y de aprendizaje, su desempeño educativo y aumentar el riesgo de problemas de comportamiento agresivo. La intoxicación por esta sustancia afecta gravemente el desarrollo cognitivo de niños y niñas de México, y si no se atiende a largo plazo también es muy dañino en los adultos y vejez”.
Las normativas de México que limitan el uso del plomo en pinturas “fueron implementadas hace casi 15 años y están bastante desactualizadas, estableciendo no sobrepasar las 600 partes por millón, muy por encima de los estándares internacionales”, señala Krauss, para quien resulta urgente modificar la legislación actual. Algo en lo que ya están trabajando. Según explica, la Secretaría de Salud a través de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) está abordando la problemática como uno de los temas principales para el 2025”, cuenta. Como agrega Téllez, “también existe una normativa para regular niveles de plomo en sangre en niños menores de 15 años y mujeres embarazadas, la cual indica que no debe superar los 5 ug/dL en sangre”.

No obstante, como muestran los estudios realizados por la investigadora y su equipo del INSP, 3 de cada 10 niños del país muestran valores de más de 3,3 ug/dL y más del 17% de menores de 1 a 4 años exhiben niveles de intoxicación de acuerdo con la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (Ensanut) 2018-2019. Eso implica que hasta 1,4 millones de niñas y niños viven con esta condición sin ser atendidos. “En Morelos, 1 de cada 5 menores viven con niveles de intoxicación, y en estados como Puebla este valor alcanza 47%, casi 1 de cada 2 menores”, señala la investigadora. “La limitación del plomo en sangre debería ser 0, porque ni un poquito es bueno”, declara de forma tajante.
Uno de los grandes problemas, en opinión de Kraus, es “la percepción generalizada de que ya no es un peligro, cuando el plomo en pinturas sigue siendo una fuente importante de exposición”. En México no es la única ni la principal. “Existe, además, una constelación de productos, difíciles de rastrear, como maquillajes y juguetes, que no están regulados y que son fuentes de exposición. Pero, la más importante es el barro vidriado”, expone la epidemióloga. “México, como muy pocos países en el mundo, usa barro vidriado con plomo para producir artesanías y alfarería para cocinar, comer y almacenar. Lo que nos preocupa mucho, porque se trata de un producto cultural muy arraigado en la población”, manifiesta la experta del INSP. Para ella, la exposición a este metal es también un problema de justicia social.
“Nuestros estudios reflejan que la intoxicación por plomo afecta de manera desproporcionada a las poblaciones más vulnerables: niños indígenas, en situación de pobreza y desnutrición crónica que están expuestos a una doble carga tóxica”, declara Téllez, quien considera urgente no sólo modificar la regulación, sino promover una conciencia social. “Que la población esté al tanto del daño que hace este metal. Actualmente, hay mucha insensibilidad debido a su efecto silencioso y a largo plazo”, matiza. Como detalla, los niveles bajos de exposición al plomo suelen ser asintomáticos o presentan síntomas leves, “como dolores de cabeza, fatiga, malestar estomacal o náuseas, lo que dificulta su detección. Por eso, debería medirse y monitorearse en sangre de forma constante”, propone.
“Por suerte, existen muchas organizaciones que estamos colaborando para tratar distintas fuentes de exposición. LEEP empezó por las pinturas porque es una fuente de exposición prevenible y extendida, las pinturas están en todos lados: en la escuela, en casa, hospitales…”, refiere Krauss. Su organización también trabaja con la Asociación Nacional de Fabricantes de Pinturas y Tintas (Anafapyt) para concienciar al sector y apoyar a la industria en su transición a alternativas libres de plomo. “Desde hace mucho tiempo que promovemos la actualización de la norma para rebajar los límites permitidos, algo que muchos países han hecho y México no”, declara Emeterio Mosso, gerente de Estándares y Cumplimiento Regulatorio de la asociación. Anafapyt integra, de hecho, el grupo de trabajo de la Cofepris formado para modificar la regulación actual. “Para que, a través del conocimiento que tienen nuestros socios con la formulación y fabricación de pinturas, no se incorporen componentes como el plomo en los productos y las empresas puedan cumplir con este nuevo requisito que va a entrar en vigor”, explica.
En la actualidad, Perú y Colombia son los únicos países de América Latina que cuentan con leyes que limitan la exposición, según los estándares recomendados por la OMS. “México podría ser un líder como ejemplo de cambio en la región”, asegura Krauss, optimista por los grandes avances que, poco a poco, se están consiguiendo en la lucha contra este problema de salud pública. “Necesitamos reforzar la aplicación y el monitoreo de las regulaciones existentes y una intervención multisectorial, con una comunicación social fuerte. La exposición al plomo sería muy fácil de eliminar si se prohibiera su uso”, asegura Téllez. “Con voluntad política, se puede”.