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¿Le interesa a Donald Trump provocar una recesión en EEUU por culpa de su guerra arancelaria?

El debate no es nuevo, pero ha cobrado fuerza en los últimos meses a medida que la guerra arancelaria parece escalar en retórica y en propuestas. Las repercusiones económicas podrían ser devastadoras si los aranceles se mantienen en el tiempo, y muchos se preguntan si detrás de esta política no hay un cálculo político más que económico.

Qué hay detrás de la estrategia arancelaria de Trump

Donald Trump insiste en que su política comercial busca “hacer América grande otra vez”. Pero detrás del discurso patriótico se esconde una medida que puede tener efectos contraproducentes para la economía estadounidense. La guerra arancelaria, al elevar los precios de los productos importados, termina afectando directamente al consumidor medio y encareciendo la vida cotidiana.

La idea de que otros países pagan los aranceles impuestos por Estados Unidos es un mito ampliamente desacreditado por economistas. En realidad, quienes asumen el mayor peso de estos aranceles son las empresas estadounidenses que importan productos, y, en última instancia, los ciudadanos que los consumen. En una economía tan basada en el consumo interno, cualquier distorsión en los precios puede tener efectos en cadena.

Recesión como daño colateral… ¿o como objetivo?

Muchos analistas se preguntan si una recesión provocada por una política comercial agresiva podría ser una herramienta de Trump para justificar otros movimientos políticos. Al generar tensión económica, podría intentar responsabilizar a actores externos como China, la Unión Europea o incluso a la Reserva Federal, con el fin de reforzar su discurso nacionalista.

El escenario no es descabellado. Ya durante su anterior mandato, Trump culpó a China de múltiples males económicos, reales o imaginarios, y usó esa narrativa para consolidar apoyo político entre sectores industriales afectados por la globalización. En este contexto, una recesión no solo sería un daño colateral, sino posiblemente un argumento más para sostener su agenda proteccionista.

Qué dice la historia reciente

Las consecuencias de la guerra arancelaria de Trump no son hipotéticas. Entre 2018 y 2019, sus primeras rondas de aranceles generaron una desaceleración en sectores clave como la agricultura, la industria manufacturera y el comercio minorista. Miles de millones en ayudas gubernamentales fueron necesarias para compensar las pérdidas de los agricultores, mientras que empresas estadounidenses reportaron mayores costes operativos.

Aunque Trump defiende que la presión sobre China terminó en un acuerdo comercial “favorable”, los beneficios concretos para Estados Unidos fueron limitados. La pandemia de COVID-19 interrumpió cualquier evaluación definitiva, pero las tensiones comerciales dejaron cicatrices que aún, en 2025, no se han cerrado.

El impacto real en los hogares estadounidenses

Los aranceles no son impuestos invisibles. Cada medida de este tipo se traduce en un aumento de los precios de productos de consumo diario, desde electrodomésticos hasta alimentos. Si Trump reimpulsa su guerra arancelaria de forma permanente en este segundo mandato, el resultado puede ser una presión inflacionaria considerable en un momento ya delicado para la economía.

Este efecto se combina con un potencial freno a la inversión y el comercio internacional. Las empresas estadounidenses tienden a retrasar sus decisiones de expansión o producción si el entorno comercial es incierto. Y si las cadenas de suministro se ven afectadas por restricciones, los tiempos de producción se alargan y los costes se elevan, alimentando una espiral negativa.

¿Qué busca Trump realmente?

La pregunta clave sigue en el aire: ¿le interesa a Donald Trump provocar una recesión en EE.UU. por culpa de su guerra arancelaria? La respuesta puede estar en el enfoque político de su estrategia. Trump ha demostrado que está dispuesto a asumir consecuencias económicas con tal de alimentar su narrativa de “Estados Unidos primero” y consolidar su base electoral.

Una recesión, lejos de debilitarlo, podría ser usada como herramienta de propaganda política. Con una economía en dificultades, podría reforzar su mensaje de que el país necesita “más proteccionismo”, “más control” y “menos globalismo”. A pesar de los datos y advertencias de economistas, para su electorado más fiel el discurso sigue funcionando.

Mientras tanto, el resto del mundo observa con cautela en una semana económicamente trágica. Porque en un mundo globalizado, cada arancel no solo afecta al país que lo impone, sino también a sus aliados, a sus socios comerciales y, en última instancia, a la estabilidad económica global.

En este juego de tensiones y narrativa, Trump parece decidido a avanzar, aunque sea a costa de una nueva recesión.