El mercado ruso del automóvil tiembla. El banco central había avisado en los últimos dos años de que la economía estaba sobrecalentada por el gasto militar, pero los concesionarios y fabricantes de coches no previeron un derrumbe del consumo como el acontecido estos meses. Alrededor de 700.00 coches nuevos se acumulan en los depósitos de los concesionarios rusos, un 40% más que un año antes, según han revelado fuentes del mercado al diario RBK. La mitad son modelos de producción nacional y casi todo lo demás son importados de China, país que devoró el mercado ruso gracias al veto a las marcas occidentales por la invasión de Ucrania.
Una importante consultora de este mercado, Avtostat, estima por su parte que hay casi 600.000 vehículos sin vender, aunque sus cálculos divergen de los de RBK en que unos 400.000 son de origen chino y apenas 100.000 son modelos rusos. En cualquier caso, todos los análisis apuntan a la aparición de una enorme burbuja en 2024, cuando la importación de vehículos del gigante asiático inundó el mercado.
La Asociación de Concesionarios de Automóviles de Rusia estima que el año pasado se vendieron 1,69 millones de unidades nuevas en Rusia, un 46% más que un año antes, de los que 962.000 coches eran chinos. Irónicamente, el empujón de la demanda lo provocó la perspectiva de un empeoramiento de la economía rusa. “El incremento de las ventas de 2024 está asociado al encarecimiento de la tasa de reciclaje a partir de 2025 y el incremento de los tipos de interés en los créditos”, afirma en un estudio del mercado Vasili Sein, director del departamento de análisis de la consultora ASM-holding, especializada en el sector del motor.
Según los cálculos de ASM-holding, las ventas de coches se desplomarán un 20% en 2025. Por su parte, el consenso de los expertos de Avtostat prevé un hundimiento del 10% de la demanda, hasta los 1,4 millones de vehículos.
La asociación de concesionarios lamenta que los puntos de venta se han encontrado en un callejón sin salida. Según esta organización, no disponen de espacio de maniobra para hacer descuentos y liberar sus depósitos porque el margen de los distribuidores apenas ronda el 5% del precio de venta, e importaron los coches en verano, cuando el dólar se cambiaba a 85 rublos y no se había desplomado hasta los 100.
Se trata de una tormenta perfecta con más aristas. Por el lado gubernamental, el Kremlin, para favorecer a los fabricantes rusos, aumentó la tasa de reciclaje que se paga en la aduana por cada coche importado. Se trata de un impuesto a futuro que contempla el gasto que provocará la retirada del vehículo cumpliendo las normas medioambientales. Por el lado del consumidor, el banco central ruso elevó radicalmente los tipos de interés al 21% para intentar frenar la espiral inflacionista y enfriar una economía descontrolada por la guerra.
“Es hora de dejar de pensar que el tipo del banco central es alto por ahora, pero quizá el año que viene se reducirá a la mitad”, advirtió el analista de Rosbank Yevgueni Koshelev en un foro de Avtostat. Según las estimaciones del banco, el tipo de interés apenas se reducirá al 17% este año y la moneda rusa seguirá devaluándose hasta la horquilla de los 110 a 120 rublos por dólar.
La economía mixta del Kremlin da prioridad a la contratación de tropas y la industria bélica sobre el consumidor, y el poder adquisitivo de la población se ha visto muy desgastado por la inflación. Según Avtostat, el precio medio de un coche nuevo ha superado los tres millones de rublos, unos 29.500 euros, cuando la mitad del país ingresa de 35.000 a 84.000 rublos al mes —de 344 a 826 euros— y otra cuarta parte, incluso menos.
Las consultoras y asociaciones de concesionarios rusas coinciden en que los fabricantes chinos han topado con su techo en el país. Según las cifras del sector, los vehículos más demandados son rusos, los Lada Granta —entre 7.000 y 10.000 euros— y Lada Vesta —hasta 15.000 euros—, seguidos por los chinos Haval —especialmente su segmento Jolion— y Chery.
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