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¿Cómo las empresas deben afrontar el 2025?

Como profesor y asesor empresarial, he tenido la oportunidad de trabajar con un centenar de directivos.

Hoy sabemos y reconocemos que lo qué espera a Colombia y al mundo son hechos inciertos, inesperados y disruptivos. Un contexto estable y bajo condiciones constantes es cosa del pasado. En este rol, he aprendido que dirigir una empresa es, sobre todas las cosas, resolver problemas.

Hay algo que me preocupa profundamente: veo un ambiente empresarial lleno de pesimismo y negatividad. Este estado mental genera inseguridad, paraliza la acción y lleva a decisiones equivocadas que afectan el desempeño y la capacidad de innovar. Corregir esta tendencia es urgente, porque un liderazgo efectivo requiere una mentalidad que inspire confianza y promueva la acción.

En este contexto, el optimismo es una habilidad clave. Martin Seligman, el padre de la psicología positiva, nos enseña que el optimismo no se trata de ignorar las dificultades, sino de enfocarnos en lo que está bajo nuestro control y actuar con confianza. Sin embargo, para prosperar en un entorno tan incierto como el actual, el optimismo debe complementarse con la antifragilidad, una habilidad directiva clave que nos permite no solo resistir las crisis, sino utilizarlas para fortalecernos y crecer. 

Tres maneras de reaccionar

Para entenderlo mejor, pensemos en tres formas de reaccionar ante el caos:

Lo frágil: Es aquello que se rompe ante los problemas o el cambio. Una organización frágil se derrumba frente a las crisis porque no está preparada ni flexible para adaptarse.

Lo robusto: Resiste el impacto, pero no evoluciona. Las organizaciones robustas son como muros que soportan el golpe, pero no mejoran ni aprenden de la adversidad.

Lo antifrágil: No solo resiste los problemas, sino que se fortalece gracias a ellos. Las empresas antifrágiles ven en las crisis oportunidades para innovar, crecer y encontrar soluciones que las hagan más resilientes. 

En un mundo lleno de incertidumbre, como el que enfrentaremos en 2025, los directivos no solo deben ser optimistas, sino también antifrágiles. Esta mentalidad es indispensable para enfrentar el 2025. 

Colombia enfrenta un 2025 lleno de retos significativos:

Déficit fiscal: Con una proyección del 5,1% del PIB, el impacto del déficit es que se desfinancia el gasto público esencial, como la salud, la infraestructura y el gasto social. Esto genera la necesidad de mayores impuestos y agrava la precariedad en sectores fundamentales como la salud.

Crisis del sistema de salud: La falta de financiamiento obliga a las personas y empresas a gestionar su propio riesgo en salud, priorizando la prevención a través de una buena alimentación y cuidados personales, porque el sistema está en una situación crítica.



Transformación digital e inteligencia artificial (IA)
: Estas herramientas ofrecen oportunidades sin precedentes para mejorar la eficiencia, innovar y aumentar la productividad. 

En este contexto, el reto para los directivos es claro: adoptar un liderazgo optimista y antifrágil, y trabajar para convertir los desafíos en oportunidades de crecimiento. 

Tres palancas qué debemos mover el 2025

1. Estrategia: Encajar con el entorno.



El éxito empresarial en 2025 dependerá de la capacidad de cada organización para adaptarse al entorno, maximizando las oportunidades y mitigando los riesgos. Por un lado, las innovaciones tecnológicas, especialmente en inteligencia artificial (IA) y la transformación digital, ofrecen herramientas poderosas para aumentar la productividad, optimizar procesos y abrir nuevas fuentes de ingreso.

Por otro lado, la incertidumbre económica exige medidas prudentes y disciplinadas. En este sentido, el mejor remedio para enfrentar la incertidumbre es contar con liquidez. Como decía Warren Buffett: “El efectivo es como el oxígeno: nunca piensas en él hasta que falta, y cuando falta, es lo único en lo que puedes pensar”.

Las empresas deben priorizar:



– Asegurar indicadores positivos de liquidez.

– Monitorear el flujo de caja constantemente.

– Optimizar el ciclo de conversión del efectivo.

– Reducir el riesgo cambiario.

– Mantener niveles de deuda bajo control.

– Tener efectivo suficiente no solo brinda estabilidad, sino que permite maniobrar con flexibilidad ante cambios inesperados y aprovechar oportunidades que otros no pueden. 

2. Ejecución: Hacer que las cosas sucedan (HCS)

En 2025, las empresas deberán enfocarse en traducir sus estrategias en acciones concretas. Este enfoque requiere que los equipos directivos:

– Definan metas clave específicas para el año.

– Implementen sistemas de seguimiento constantes.

– Prioricen acciones estratégicas que impulsen el desempeño organizacional.

– Para mejorar la ejecución, es fundamental adoptar metodologías como los OKRs (Objetivos y Resultados Clave). Los OKRs permiten establecer objetivos claros, medibles y alineados con las prioridades de la empresa, asegurando que todos los niveles de la organización trabajen en la misma dirección. Al dividir los objetivos en resultados clave tangibles, los OKRs facilitan el seguimiento constante del progreso y fomentan una cultura de responsabilidad y adaptación.

En un entorno tan dinámico como el actual, los OKRs son esenciales porque:

– Proveen claridad sobre lo que importa.

– Permiten enfocar los esfuerzos en resultados de alto impacto.

– Fomentan una ejecución disciplinada y adaptable. 

3. Alineación: Una visión compartida

El mes de enero es el más importante para las empresas porque, gracias a los kick-offs, se logra alinear a toda la organización alrededor del propósito superior, las metas y los indicadores clave del año. Además, estos encuentros impulsan el desarrollo de una cultura ganadora, donde cada colaborador comprende su rol en el éxito colectivo.

La alineación organizacional genera claridad y propósito. Cuando todos en la organización comprenden hacia dónde se dirige y cómo contribuir, los resultados se maximizan. Enero se convierte en el punto de partida que marca la pauta para todo el año. 

Conclusión

El 2025 será un año desafiante, pero también una oportunidad para las empresas que adopten el liderazgo optimista y antifrágil como base de su dirección estratégica. Este tipo de liderazgo, también conocido como liderazgo posibilista, combina la confianza en lo que se puede controlar con la capacidad de crecer y reinventarnos permanentemente. 

Un líder antifrágil entiende que cada problema puede ser un catalizador para la innovación, el aprendizaje y el crecimiento. Resolver problemas no es solo una tarea más para el directivo, es su esencia. Además, aquellos que integren la transformación digital y la inteligencia artificial como grandes herramientas para reinventar los negocios y mejorar la productividad. 

El mensaje para el 2025 es claro: lideremos con optimismo, enfrentemos los retos con mentalidad antifrágil y hagamos que las cosas sucedan.

Jorge Iván Gómez

Director Académico de programas de Executive Education

Director del departamento académico de Dirección General

INALDE Business School.