Con su hijo X Æ A-Xii sobre los hombros, Elon Musk se plantó este jueves en el Capitolio para tratar de convencer a los congresistas de la necesidad de acometer drásticos recortes de gasto público y evitar una crisis fiscal en Estados Unidos. Con él acudió Vivek Ramaswamy, el otro responsable del autodenominado Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), un ente que en realidad no existe como organismo público, pero que asesorará al presidente Donald Trump desde fuera del Gobierno para reformar la Administración.
Musk no concretó sus propuestas, pero este jueves mostró de nuevo su obsesión por obligar a los funcionarios y empleados públicos a acudir a trabajar a la oficina. “Si excluimos a los guardias de seguridad y al personal de mantenimiento, el número de funcionarios que acuden en persona y trabajan 40 horas a la semana se acerca al 1%. Casi nadie”, sostuvo. El magnate cree que gran parte de los funcionarios dejará sus trabajos solo con obligarles a trabajar presencialmente.
La presencia del hombre más rico del mundo provocó cierto revuelo en el Capitolio. Musk se entrevistó con el presidente de la Cámara de Representantes, Mike Johnson, y con el líder de los republicanos del Senado, John Thune, mientras Ramaswamy se veía en paralelo con grupos reducidos de congresistas. Posteriormente, los dos acudieron a una asamblea más amplia de representantes y senadores republicanos.
“Vamos a ver muchos cambios aquí en Washington”, dijo Johnson antes de esa reunión. “Llevamos mucho tiempo lamentando el tamaño y el alcance del Gobierno, que ha crecido demasiado. Y permítanme ser franco al respecto: el Gobierno es demasiado grande. Hace demasiadas cosas y no hace casi nada bien”, aseguró.
El presidente de la Cámara de Representantes mostró su apoyo a la idea de Musk de exigir trabajo presencial a los funcionarios. “Una de las primeras cosas que creo que se verán es una exigencia por parte de la nueva administración y de todos nosotros en el Congreso, de que los trabajadores federales vuelvan a sus escritorios y vuelvan al trabajo que se supone que deben hacer”, dijo. “Lo que van a ver aquí, el tema predominante, es una vuelta al sentido común y una vuelta a la responsabilidad y la eficiencia en el gobierno”, argumentó.
Johnson dijo que la reunión, a puerta cerrada, sería una tormenta de ideas y que no cabía esperar grandes noticias de la misma. De hecho, tras la introducción inicial de Musk y Ramaswamy, los dos responsables del DOGE han dejado que fueran los propios congresistas los que expusieran sus ideas al respecto e hicieran propuestas de recorte de gasto. Entre los republicanos hay varios halcones del gasto encantados con la idea de los recortes. “Excelente discusión sobre cómo solucionar la crisis de deuda nacional”, tuiteó Elon Musk por la tarde.
El Congreso, a través de sus dos cámaras, es el encargado de aprobar el gasto público y los presupuestos. Anteriores presidentes que han intentado recortar el gasto federal se han encontrado con el juego de intereses cruzados de los legisladores que han bloqueado las propuestas más ambiciosas. Esta vez, gran parte de los congresistas republicanos apoya la idea de los recortes, al menos en teoría. Más complicado es llevarla a la práctica.
Tanto en la Cámara de Representantes como en el Senado se han constituido grupos (caucus) de seguimiento y apoyo al DOGE, que pretenden identificar partidas a recortar. “Esta vez, tenemos a Vivek y Elon al timón, y vamos a seguir adelante para salvar a nuestros contribuyentes estadounidenses de todo este despilfarro, fraude y abuso del Gobierno”, dijo en una entrevista en Fox News Joni Ernst, senadora republicana por Iowa, que encabeza el grupo DOGE del Senado.
Musk, cuyas empresas están entre las mayores beneficiarias de ayudas y contratos públicos, ha prometido recortar hasta dos billones de dólares de gasto (unos 1,9 billones de euros, al tipo de cambio actual). Eso representa en torno al 30% de los 6,7 billones anuales que se gastan cada año por parte de la Administración federal. Sin embargo, las mayores partidas corresponden a los intereses de la deuda (que no está en cuestión que habrá que seguir pagando) y el gasto de defensa (que Trump ha prometido aumentar). Junto a ello están prestaciones que ni siquiera requieren la autorización presupuestaria anual, como la seguridad social, los pagos a veteranos militares o los seguros sanitarios públicos, que Trump también ha prometido respetar en campaña y que cuentan con el apoyo mayoritario del Congreso.
Cuando se excluyen esas partidas, lo que plantea recortar Musk es más de lo que se gasta en el resto de agencias y departamentos del Gobierno federal, así que las cuentas no cuadran con los compromisos. Eso no impide que Musk y Ramaswamy hayan encontrado algunos ejemplos de despilfarro y de gasto sobredimensionado con los que apuntarse algunas victorias.